En nuestra entrada anterior, definimos los valores que rigen la vida laboral en nuestro Estudio, más allá del Código de ética que nos corresponde respetar como Traductores Públicos.
El primero de nuestros valores es el de la integridad. De ella hemos dicho que nuestro
Estudio mantiene una personalidad íntegra y que nos mueve para crear vínculos
de confianza con nuestros clientes y así cooperar con el logro de sus objetivos.
Empecemos aclarando que la palabra integridad proviene
del latín integer, que significa “entero”.
Esta entereza hace referencia a que una entidad posea todas sus partes intactas
y se desempeñe de forma correcta. Cuando trasladamos ese concepto a un ser
humano, se trata de una persona que actúa de manera correcta, tiene firmeza en
su accionar y es honesto.
Si trasladamos esta cualidad al ejercicio de la
profesión y al desempeño de un Estudio profesional de traducción, estaremos
hablando de un correcto juicio moral, honestidad hacia sus clientes,
proveedores y colegas.
En la práctica, todos aquellos que trabajan con nuestro
Estudio reconocerán nuestra integridad en el respeto que tenemos hacia todas
las reglamentaciones que nos competen, ya sean las relacionadas al propio
trabajo de traducción, como en el área contable, financiera y legal del
Estudio.
Nuestros colegas en particular verán que velamos por
la dignidad de la profesión, ejerciéndola de forma transparente, mediante una
competencia enteramente leal, y aún más, realizando muchos trabajos en colaboración.
Nuestros clientes deben siempre esperar actos honestos
tanto en plazos como en honorarios o en manejo de documentación. De esta forma generamos lazos de confianza con ellos lo cual nos permite colaborar con el logro de los objetivos de los clientes, ya sea alcanzar públicos de distinta lengua, como poder estudiar en el exterior o avanzar en un litigio.
Así ven cómo nuestra integridad va de la mano con
nuestra honestidad y responsabilidad. Hablaremos de estos valores en una
próxima entrada.
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